En  la  actualidad  encontramos  en  las  lecturas  de  periódicos  o  de  escritos  públicos y personales una diversidad  de  textos  que  no  tienen  sentido  alguno  al momentos de leerlos; presentan incoherencias e hilación  en  las  cláusulas  y/o  en  el contenido  de lo que el escritor quiere decir a los lectores, por lo que genera disconformidad y desgano en el lector, porque la cantidad de errores son innumerables.

 

Lejos  de  considerarlos  errores  o  desajustes,  tenemos  que   comprender  que  así  son los  textos  y así funcionan; un discurso no es un conjunto homogéneo de enunciados  que  remiten  a  un  sujeto  único  de enunciación, sino todo lo contrario, un discurso es de naturaleza heterogénea y suele presentar variadas y diversas  fuentes  de  enunciación  que  a  la  vez  pueden entablar entre sí, variadas y diversas  relaciones, algunas muy simples, otras más complejas.

 

Cuando estamos en situación de producir o comprender  un  discurso  que  incluye  más de una  fuente de enunciación, disponemos de  dos  variantes  básicas  de  integración  textual:  los  estilos  directo  y  estilo indirecto. Estos dos modos de representar o referir o citar enunciados  en  un  texto  tienen  ciertas  reglas que se analizarán en la presente reproducción.